Lo venía sospechando desde hacía tiempo, no puedo decir que me pille de sorpresa.
Lo
había notado ya hace algunas semanas en pequeños detalles, como las
miradas furtivas del chico del quiosco, o aquella insinuación descarada
de la camarera del bar que hay enfrente de mi oficina al darme la
vuelta del café. Entonces no sabía lo que sé ahora, ignoraba las
proporciones que esto tenía en realidad, y además no tenía la seguridad
de que yo estuviera de algún modo implicado, sin querer, en un asunto
tan turbio y delicado.
Me resulta muy difícil echar la vista
atrás e ir desgranando paso por paso cómo fui descubriendo la verdad,
me da una rabia terrible no haber hecho caso de aquel instinto que me
decía que sería buena idea ir anotándolo todo en un diario. Pero cómo
iba yo a saber... Por si nunca es tarde, como dicen, empezaré ahora, y
procuraré ponerlo a salvo para que llegue a las manos apropiadas si a
mí llega a pasarme algo.
La verdad es que estoy muerto de miedo.
Empecé
a ponerme realmente en guardia el día que un chico desconocido me hizo
una seña en la calle, cuando salía de mi portal. Cruzó sus manos
delante de su cara mirándome fijamente, utilizando un lenguaje de
signos que yo no imaginaba que conociese. Lo que decía era,
literalmente, "cuidado, ellos están vigilándote".
Quise no hacer
caso, pero el mensaje me había llegado y estuve el resto del día en
alerta. Gracias a eso, pude descubrir muchos más mensajes, todos ellos
cifrados también, y que probablemente llevaban tiempo rodeándome sin
que fuera consciente de ello. Lo peligroso era que no sabía cuanto
tiempo.
Me decían "mira a tu alrededor", "no bajes la guardia",
"detrás de ti"... Fue terrible descubrir que tanta gente estaba metida
en aquel asunto y que yo no había captado antes sus advertencias. Ahora
pienso que quizá tenía borrada una parte de mi memoria. Ellos han
podido hacerme algo así. Pueden eso y mucho más.
En los
días sucesivos, empecé a comunicarme más fluidamente con mis compañeros
de misión, perfectamente camuflados en personajes tan variopintos como
la limpiadora del portal de mi suegra, el cartero de mi oficina, la
hija de mis vecinos, un anciano sentado en el parque...
Correspondía
a sus mensajes usando el mismo código secreto que sólo nosotros
conocíamos. Levantaba la mano derecha y el pie izquierdo haciendo
círculos pequeños para decir "necesito instrucciones", o introducía mis
dedos índices en las orejas mientras inclinaba la cabeza, lo que
significaba "hacedme una señal".
El tratamiento
desmemorizante al que me debieron haber sometido empezó a perder su
efecto, quizá no era permanente y eso podía significar mi salvación.
Empecé
a recordar datos, fechas, personas... y a intuir así, poco a poco, la
trama que, a escala mundial, se extendía peligrosamente haciendo
tambalearse toda la civilización, el mundo que vivimos tal y como lo
conocemos.
También empecé a reconocerlos a ellos, a sus
esbirros, al menos. También tenían un lenguaje secreto, pero aún no
conseguía entenderlo. Estoy en ello, me he propuesto descifrarlo,
porque he sentido hace unos cuatro días, de repente, que esa es mi
especialidad, y esa es la misión para la que la Organización contactó
conmigo en su día.
Las cosas han corrido mucho, todo se ha
ido precipitando. Quizá habría podido estar más preparado si hubiera
recordado antes, pero es lo que hay, y tengo que salir de esta como sea.
Están
muy extendidos, muy organizados. Deben tener instrucciones de atacar
muy pronto, quizá sea inminente ya, porque desde ayer ya no se esconden,
no disimulan ante mí.
Ayer mismo mi médico, que no sabía que
estaba también con ellos, levantó de repente la cabeza de su recetario
y me dijo con mirada asesina "no vas a poder escaparte, Daniel, te
tenemos rodeado"... Luego lo negaba delante de su enfermera, claro,
pero yo tiré su receta nada más salir por la puerta.
El dueño del
bar que está junto al quiosco, me sonrió como siempre, y levantó la
mano para saludar, pero en lugar de eso, cambió su expresión al llegar
yo a su altura y me susurró "no te vas a poder esconder"...
Una niña que paseaba el perro delante de mi casa, me espetó de pronto "no huyas, te encontrarán igual"...
La
confirmación de que soy yo el objetivo la tuve la pasada noche, cuando
comenzaron a lanzarme mensajes desde la televisión a través de
personajes como Iñaki Gabilondo, Andreu Buenafuente, la actriz Maribel
Verdú, actores desconocidos que interpretan los anuncios... incluso
algún político en medio de sus declaraciones. Todos giraban su cabeza
y, cambiando repentinamente de expresión, me miraban fijamente y decían
"vas a morir", "te tenemos", "te vamos a matar"...
Otro
descubrimiento impactante fue saber que mi familia también está con
ellos. Lo supe porque todos hacían oídos sordos a estos mensajes desde
la televisión, y me lo negaron con fingidas caras de asombro cuando se
los hice notar. Nunca hubiera imaginado algo así de ellos, pero ahora
ya sé que no me puedo fiar de nadie.
Me he escapado. He
hecho un puente a un coche lo suficientemente antiguo que me he
encontrado aparcado en la calle de atrás, y lo he conducido durante
doce horas sin descanso, hasta pararme en medio de un monte, fuera ya
de la carretera. Ni yo mismo sé dónde estoy, así que difícilmente
podrán encontrarme ellos. He seguido el protocolo en huídas, forrándome
la cabeza de papel de aluminio para evitar que puedan encontrarme
leyéndome el pensamiento. Sé que mi aspecto es ridículo, pero mi vida
peligra y eso es lo que realmente importa.
Estoy
encerrado en mi coche, esperando instrucciones. Sé que llegarán. Esta
misma mañana salí un momento para orinar y encontré un periódico en el
suelo con un enorme titular en primera plana que decía "no salgas más
del coche hasta que recibas una nueva comunicación". Esta tarde me he
orinado encima.
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
0 comentarios:
Publicar un comentario