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Escribo este artículo como herramienta para que la persona maltratada identifique las armas que puede usar una persona maltratadora con el fin de que la víctima le perdone y retomar la relación.
En muchas ocasiones, cuando la persona que maltrata comete la acción de abuso, se suceden una serie de comportamientos que pueden llegar a repetirse en el tiempo y pueden reproducirse pasando de un individuo a otro.

Cuando los maltratadores manipulan a sus víctimas

Creo que puede ser útil dotar de este material a las víctimas de maltrato, para que una vez cometida la agresión tengan presente que este tipo de estrategias pueden ser usadas por su verdugo; así resulta más fácil darse cuenta de que en realidad es un modus operandi muy común en el perfil de los abusadores, y por lo tanto aumentarán las posibilidades de prevenir estos episodios y responder adecuadamente ante ellos.

1. El enfado como respuesta

Muchas veces la persona maltratadora es quien se muestra ofendida e indignada al verse acorralada y sin argumentos que sostengan su defensa, buscando con esta actitud que sea la víctima la que acabe asumiendo la responsabilidad de los actos y disculpándose.
Hablamos de los celos como una respuesta con gran carga emocional ante la posibilidad de perder algo que consideramos propio o de gran valor para nosotros; se experimenta tristeza, rabia, ansiedad, dolor, envidia, miedo, etc. Echeburúa y Fernández-Montalvo (2001) describen los celos como un “sentimiento o emoción que surge como consecuencia de un exagerado afán de poseer algo de forma exclusiva y cuya base es la infidelidad (real o imaginaria) de la persona amada. Por otro lado, Buss y Smith (1993) entienden los celos como una estrategia de afrontamiento para mantener y consolidar parejas. Se dan en todas las relaciones interpersonales; entre amigos, hermanos, parejas, etc.,  y solo la idea de perder ese vínculo nos martiriza con tal  horrible sentimiento. En esta ocasión vamos a centrarnos en los celos dentro de la pareja y qué aspectos podemos trabajar para controlarlos.
¿Quién no ha sentido celos alguna vez? Es natural que los celos aparezcan en algunas ocasiones ya que, como hemos dicho, son una emoción normal. Mucho tienen que ver con nuestra historia biográfica, estilos de apego, características psicológicas y aprendizajes culturales, del mismo modo que muchas otras conductas e ideas que tenemos arraigadas. Las  personas dependientes de los demás, con baja autoestima e inseguras tienden a sentir los celos de manera más exagerada. De este modo podemos diferenciar dos tipos de celos; los “normales” que todos podemos llegar a sentir e incluso nos ponen alerta ante posibles pérdidas y nos hacen reaccionar, y los celos “anormales o patológicos”. Se habla de patológicos por el intenso malestar que generan y las devastadoras consecuencias que acarrean. Presentan manifestaciones en diferentes niveles: en el emocional suelen generar ansiedad, en el plano cognitivo se relacionan con pensamientos intrusivos y obsesivos, y a nivel conductual se manifiestan con demandas de seguridad, estrategias de controlar a la pareja, etc.
Se lo había dicho tranquilamente, sin intención de herir, sin alterarme, sin que supusiera para mí una especie de insulto extraño, sino tan sólo una simple observación, objetiva y neutral, sobre su forma habitual de reaccionar en nuestras discusiones.

-Eres una burócrata sentimental- dije pausadamente, aunque mientras oía mis propias palabras ya sabía que tendría que pagar por ellas.

Ella lo negó, en virtud a una serie de argumentos que expuso concienzudamente sobre la mesa (en concreto los puntos 3, 4 y 5 de la normativa de abril de 2004 para la justificación de la necesidad de una discusión, y todo el decálogo del código deontológico de las personas que arreglan sus problemas civilizadamente, mediante la palabra).
Luego,
Pasar por una separación o divorcio puede ser muy difícil, sea cual sea la razón que ha llevado a romper con la pareja. En ocasiones el cambio de estado civil resulta un alivio pero en la mayoría de los casos supone un desajuste emocional y siempre un cambio de vida personal y familiar.

   Según los datos de septiembre de 2013 del Instituto Nacional de Estadística (INE), durante el año 2012 se produjeron un total de 110.764 nulidades, separaciones y divorcios. Los divorcios representaron el 94,1% del total, las separaciones el 5,8% y las nulidades el 0,1% restante.

   Los datos del INE muestran también que el mayor número de rupturas tuvo lugar en la franja de edad entre 40 y 49 años, tanto en hombres como en mujeres, y que la duración media de los matrimonios era de 15,5 años. En cuanto a los  hijos, el 42,5% de los matrimonios que dejaron de serlo no tenían hijos.

 Más allá de los datos fríos sobre esta realidad que afecta a muchas personas, desde la página web de la institución estadounidense 'Mental Health America' (www.mentalhealthamerica.net) apuntan una serie de cuestiones que pueden ayudar a sobrellevar esta fase de transición:

   1. Tener sentimientos muy diferentes e intensos no es malo: es normal sentirse triste, enfadado, cansado, frustrado y confuso y todos estas sensaciones pueden ser intensas. También es habitual sentir ansiedad en relación al futuro. Hay que aceptar que las reacciones de este tipo disminuirán con el tiempo. Incluso si en el matrimonio no existía una relación saludable, aventurarse en lo desconocido genera miedos.

Al maltrato psicológico se le ha prestado mucha menor atención por parte de la sociedad que al maltrato físico. Esto es porque por una parte se piensa que no es tan dañino como el maltrato físico y porque muchas veces es difícil identificarlo desde fuera cuando se produce. El maltrato psicológico además de intimidar a la víctima, le produce fuertes sentimientos de inferioridad. Es muchas veces la puerta de entrada para el maltrato físico y tiene consecuencias generalmente de mayor gravedad.

Apariencia de normalidad
Una de las características fundamentales del maltrato psicológico es la apariencia de normalidad. Las conductas son a veces tan sutiles que son difíciles de diferenciar para cualquier persona externa a la pareja. La víctima muchas veces no sabe muy bien lo que pasa: porqué su pareja está irritable con él/ella, le insulta, ridiculiza, mira mal… En ocasiones hasta se siente culpable. El agresor psicológico normalmente es un gran manipulador que suele presentar las situaciones de tal forma que hace muy difícil que sean detectadas. Muchas veces tiene una gran imagen de cara al exterior, por lo que se hace más difícil todavía pensar en que pueda existir un problema de este tipo.